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Me voy a Tucumán

A veces, los lugares que conocemos cuando estamos en otro país están muy
determinados por la información de las guías turísticas. Según el mapa de Buenos Aires que siempre traen mis alumnos, la ciudad  se reduce a: el centro, San Telmo, Retiro, Recoleta, Palermo, quizás Colegiales y Belgrano.

Lo mismo pasa con el país: Patagonia es Bariloche y Calafate; hay que ir a Iguazú pero ¿qué hay de los otros lugares increibles en Misiones?; al Noroeste, Salta capital y Cafayate. Sin duda, son lugares hermosísimos, con sus méritos, pero las provincias son más grandes y existen también otras provincias donde ir. No tenemos por qué hacer todos el mismo viaje.

Por eso, hoy inauguramos nuestra sección de turismo (inspirada en nuestros viajes por el país), hablando sobre Tucumán. Tucumán es una pequeña provincia  que está en el Noroeste argentino, justo al Sur de Salta. Pequeña pero con muchísimo caracter: en apenas unos kilómetros, el paisaje y el clima de Tucumán pueden cambiar rotundamente. Yo voy a hablar de la parte que más conozco, el “departamento de Tafí del Valle”, que está al oeste, limitando con otra provincia increible, Catamarca.

A Tucumán la divide una cadena de montañas que se llama “Aconquija”. Al este del Aconquija, la vegetación es absolutamente selvática, el clima súper húmedo y  cálido. Al oeste, en cuestión de kilómetros, las cosas cambian, y las lianas se convierten en cactus. Ahí encontramos los valles calchaquíes, paisaje imponente y, sobre todo, muy especial por su cultura, su tradición indígena,  su música,  su comida.

Para hacer este viaje, tenés que ir a San Miguel de Tucumán y, desde la terminal, tomar un micro de la línea “Aconquija”, que te va a llevar a través de la selva camino a los Valles Calchaquíes. Tu primera parada puede ser Tafí del Valle, un pueblo entre unas montañas muy verdes, con los picos cubiertos de nubes.

Después, viene Amaicha del Valle, de paisaje más árido.


En Amaicha, podés caminar por los Zazos (un poblado vecino) hasta El Remate, una cascada entre las montañas. El camino hasta El Remate, bordeando un precipicio con un río abajo, lleno de montañas en el horizonte, el cielo azul y el olor a hierbas no son fáciles de olvidar. Desde Amaicha, también podés ir hasta Quilmes, donde está  la ciudad sagrada de los antiguos pobladores de la zona, los indios Quilmes (de ahí viene el nombre de la cerveza. Es una historia triste e interesante, pero para otra ocasión), con sus terrazas de riego y antiguas casas. En Quilmes hay un movimiento político  importante, porque las “ruinas” (ciudad sagrada)  antes se
encontraban en manos privadas y fueron rescatadas por los pobladores de la zona (los bisbisnietos de los quilmes), que ahora se encargan de cuidarlas y hacerlas conocer.
Más al norte de Amaicha, casi en el límite con la provincia de Salta, encontramos otro pueblito muy pequeño y encantador, Colalao del Valle.

Viñedos, más vegetación, una placita llena de cantos de pájaros. Y a 8 kilómetros de ahí, El Pichao, un pueblito de 200 personas, con unas ruinas indígenas no explotadas, con una energía increible. En realidad, hay mil cosas más para decir de cada uno de estos lugarcitos de
Tucumán,  pero lo importante es que vos podés conocerlos por vos mismo. No es difícil viajar por la zona y, como no es un destino “gringo”, realmente no es nada caro. Vale la pena conocer Tucumán y salirse un poco del itinerario marcado en las guías turísticas.

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